( 3o/o8/2oo6 o4:16 AM )
domingo, 10 de abril de 2011
Crónicas de una Muerte Anunciada (Capítulo XVIII, XIX)
“...Umbrales fríos, se vuelve a tornar el cielo gris, paredes altas, calles estrechas, silencio, se perciben ilusorias sombras, silencio, hay alguien allí, escucho un respiro leve... la veo a lo lejos sentada en la vereda, silencio, todo es menos fácil entre sus pupilas, al parecer la niebla cegó corazones, silencio, cruzada de brazos, lo sé, ella aún espera que le susurres la verdad... Se escucha como la lluvia cae formando charcos en el piso, de repente, silencio, un auto se escucha venir, se estaciona a pocos metros de ella, luces intermitentes, lunas empapadas, era en vano tener encendidos los parabrisas, el conductor apaga el motor y se baja del auto... silencio, se detiene y la contempla por unos instantes con las manos en los bolsillos, era inevitable que sus ojos se aguaran.. silencio, vuelco en el corazón, ella lo puede percibir y va en busca de una mirada conocida.. silencio, lo veía tan real y tan utópico a la vez, gotas de ilusión, él sonríe y va hacia ella con pasos nerviosos, le extiende su mano.. silencio, segundos de fe, ella sonríe tímidamente, lágrimas se deslizan por su mejilla, logra alcanzar su mano extendida y la aprieta fuerte, conexión, planetas alineados, estrellas fugaces, silencio, ella se pone de pie y él la abraza, beso en la frente, para ese entonces ya no importaba nada, nada, nada.. silencio, alguien tararea una canción, puedo distinguir cuál es, era la canción favorita de ella, silencio, él se la tarareaba, se la susurraba en sus oídos como una música suave y sublime.. por un instante le robaron segundos a la eternidad ... Truenos y mucho ruido allá afuera, sintió despertarse pero no quería abrir aún los ojos, todo fue una ilusión, un espejismo fúnebre cargado de frustración y desentendimiento...”
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