(Son las 5am y aún sin poder dormir)
¿Puede un hombre que se preparó durante años para subir a la montaña más alta del mundo sentirse derrotado cuando llega ante el monte y descubre que la naturaleza lo cubrió con una tempestad? El hombre le dice a la montaña "Tú no me quieres ahora, pero el tiempo cambiará y un día podré subir hasta tu cima. Mientras tanto, tu seguirás ahí, esperándome!"...
No existe la victoria ni derrota en el ciclo de la naturaleza: existe movimiento. El invierno lucha por reinar soberano, pero al final es obligado a aceptar la victoria de la primavera, que trae consigo flores y alegrías. El verano quiere prolongar sus días cálidos para siempre, pues está convencido de que el calor trae beneficios a la tierra pero termina aceptando la llegada del otoño, que permitirá que la tierra descanse.
Perder una batalla, o perder todo lo que pensábamos que poseíamos, nos trae momentos de tristezas. Pero cuando éstos pasan, descubrimos la fuerza desconocida que existe en cada uno de nosotros, la fuerza que nos sorprende y aumenta el respeto que tenemos por nosotros mismos.
Miramos a nuestro alrededor y nos decimos: "Yo sobreviví" y nos alegramos con nuestras palabras. Sólo aquellos que no reconocen esa fuerza dicen: "Yo perdí" y se entristecen. Otros, aún sufriendo por la pérdida y humillado por las historias que los vencedores cuentan sobre sí mismos, se permiten derramar algunas lágrimas, pero nunca sienten lástima de sí mismos, sólo saben que el combate fue interrumpido y que en ese momento están en desventaja. Escuchan los latidos de su corazón, se dan cuenta de que están tensos, de que tienen miedo. Hacen un balance de su vida y descubren que, a pesar del terror que sienten, la fe sigue incendiando su alma y empujándolos hacia adelante. Procuran saber dónde se equivocaron y dónde acertaron. Aprovechan el momento en que están caídos para descansar, curar heridas, descubrir nuevas estrategias y equiparse mejor.
Y llega un día en que un nuevo combate toca a su puerta. El miedo sigue ahí, pero ellos necesitan actuar, de lo contrario permanecerán para siempre acostados en el suelo. Se levantan y encaran al adversario, recordando el sufrimiento que vivieron y que ya no quieren vivir más.
La derrota anterior los obliga esta vez, ya que no quieren pasar de nuevo por los mismos dolores.
Y si la victoria no ocurriera esta vez, ocurrirá la próxima.
Y si no fuera en la próxima, será más adelante. Lo peor no es caer, es quedar preso en el suelo.
Sólo es el derrotado quien desiste. Todos los demás son vencedores.
Y llegará el día en que los momentos difíciles serán sólo historias que contar, orgullosos, a quienes quieran escucharlas. Y todos las escucharán con respeto y aprenderán tres cosas importantes:
- A tener paciencia para esperar el momento adecuado para actuar.
- A tener sabiduría para no dejar escapar la próxima oportunidad.
- Y a sentirse orgullos de sus cicatrices.
Las cicatrices son medallas grabadas a fuego y hierro en la carne y dejarán a sus enemigos asustados, al demostrar que la persona que tienen adelante posee mucha experiencia de combate. Muchas veces, eso los llevará a buscar el diálogo y evitar el conflicto. Las cicatrices hablan mucho más alto que la lámina de la espada que las causó.
El Manuscrito encontrado en Accra